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Monday, October 20, 2014

Crónica de una futura mamá

El estado de embarazo es una cuestión compleja, no solo tienes que acostumbrarte a que tu cuerpo parece el de alguien más sino que suceden otras mil cosas más allá de lo físico. 

Generalmente cuando eres hombre o incluso cuando eres mujer y no has estado embarazada, lo que se experimenta en el embarazo te da una hueva impresionante o simplemente te vale madre. Yo era una de esas personas a quienes las "futuras mamás" le daban flojerita, todo su kit maternal, y bueno en general los niños y los bebés, qué tic me daba ese mundo soso y sin chiste. Uno se deja llevar por la imagen desvirtuada que tantas mujeres de encargan de propagar, de la embarazada que se vuelve una mole de fodonguez y descuido físico que solo se queja, come y chillotea pero claro, tiene permiso para ello por cargar un bebé en sus entrañas. Llegas a pensar que de eso se trata el embarazo, de volverte una piltrafa quejumbrosa con actitud sumamente antideportiva.

Un poco como "venderte al sistema", así veía yo a quienes decidían hacer una familia. Acabar haciendo lo que todos hacen solo porque es el ciclo de la vida. Renunciar a ser tú, a ser cool, a rockear, por estar siempre supeditado a tu condición de padre o madre. Cuando no tienes hijos, eres tu dueño absoluto. Puedes ser tan destructivo o tan saludable como quieras y todo eso repercute y depende únicamente de ti. Puedes desvelarte, puedes chupar, fumar, vestirte como sea, manejar tan irresponsablemente como se te hinche un huevo, gastar el dinero como mejor te plazca. Y todo eso se va al escusado cuando vendes tu alma a cambio de ser padre. Cualquier decisión que quieras tomar en la vida, incluso las decisiones que antes parecían irrelevantes, te la vas a pensar mil veces y la tomarás en función de tu progenie. Ya no serás tan osado y divertido como antes lo eras para tus amigos. Les vas a dar hueva.

No me voy a poner aquí a justificarme por haber decidido ser mamá y a tratar de venderles a ustedes la idea. Todo lo que puse arriba es cierto, lo acepto, lo sostengo y lo asumo. Solo puedo decir que un día amanecí y dije: es mi deseo y mi voluntad venderme al sistema porque he comprendido que ser mamá va más allá de convertirte en alguien patético. Ese "más allá" no todos lo pueden ver ni entender, y si no lo ves y si no lo entiendes más te vale que no te avientes el tiro de procrear a lo pendejo. Pero si ya lo pudiste ver, es el momento. O al menos así fue para mí.

Y luego vienen una serie de cosas bien chistosas. Te vuelves el apestado de los amigos pero el favorito de la familia. Si tienes mucha mucha suerte, el tiempo de espera es un tiempo de oro, mágico, de profunda empatía y compenetración con tu significant other. Gradualmente te vas asumiendo no solo como tú en versión embarazada, sino ya como futura mamá. El bebé está adentro, no se ve y a veces parece que es una ilusión, pero luego se mueve y dices ay güey, sí es cierto que algo vive dentro de mí.

Estar panzona también es un fenómeno social. Las primeras veces que fui a un lugar público mostrando la panza sentía que la gente se me quedaba viendo, pero siempre prevaleció la duda de si lo estaba imaginando o era verdad. Ya últimamente, por ejemplo el fin de semana pasado que estuvimos en un lugar muy concurrido, dos personas me pararon para preguntarme si podían tocar mi panza (¿?) y una tercera maravillada me preguntaba cuánto tiempo tengo, cuántos kilos he subido y cuál es el teléfono de mi nutrióloga jajaja. Cuando estás embarazada definitivamente no eres una persona normal con características normales (gorda, flaca, chaparra, alta). Eres una embarazada. Eres como una especie aparte.

Y bueno, a todo lo anterior hay que sumarle que tener hijos no significa que todo lo que antes eras se arruinó. No es tan tajante como decir, ya renuncié a mí misma para no recuperarme jamás. Si bien es cierto que no creo volver a ser la misma, estoy convencida de que llegaré a ser una versión mejorada de mi yo anterior. No siento que me haya perdido porque he puesto todo mi esfuerzo en no abandonarme. Que uno cambie, qué bueno. Está de la chingada ver a quienes pasan y pasan los años y siguen atrapados en su mismo avión, nadie queremos ser uno de ellos. Tienes que perfeccionarte, refinarte, adaptarte y reinventarte, y hoy por hoy creo que tener un hijo es, para mí, el mejor motor y motivo para hacerlo. Es el momento de aplicar todas aquellas herramientas y aptitudes que generalmente aplicas en tu vida y que te hacen sentir un chingón, pero esta vez no lo harás por gusto ni reto personal sino por una obligación y un deber absoluto de emplear ni un gramo menos que lo mejor de ti en este proyecto que lejos de ser "tuyo" y de venir a llenar tus vacíos o sanar tus culpas, es de otra especie y está en otro nivel, un nivel que ni siquiera puedo poner en palabras pero podría comenzar afirmando que es sublime y de elevación extraordinaria.